Nos podemos ver inmersos en situaciones repetitivas que nos llevan a vivir continuamente de forma desinteresada, apática, insatisfecha o aburrida.

Ya que el cambio implica enfrentarse a un riesgo de perder antiguas maneras de proceder, pensar, o sentir; una de las dificultades con las que nos podemos enfrentar es nuestra inercia a continuar y seguir las rutas emocionales y mentales anteriormente aprendidas. Mentalmente, seguimos las rutas más simples y cortas de acción y esto nos puede impedir vincularnos con la innovación.

Así que, una manera de observar a la rutina es con un lente hacia el interior para descubrir cuáles son nuestros pensamientos, actitudes y emociones repetitivas que nos dejan finalmente insatisfechos.

Otra manera de observar a la rutina es con el lente de nuestra convivencia con otras personas, donde es la relación que se ha vuelto monótona, sin chispa y aburrida.
En cualquiera de las dos últimas formas de ver a la rutina, estamos también predispuestos naturalmente para apartarnos de esos patrones repetitivos y gozar de los momentos con creatividad. Aunque en ocasiones necesitemos permanecer en nuestro mismo ambiente social, si hemos aprendido a apartarnos de esos patrones repetitivos, lograremos una nueva visión de nosotros mismos y de nuestro entorno por lo que nuestra experiencia ya no será rutinaria.

Se puede haber perdido esta disposición también por otros motivos como son, costumbres no productivas, aprendizajes y hábitos obsoletos, dificultades durante nuestro desarrollo en la infancia, relaciones interpersonales llevaderas pero con patrones de comunicación insatisfactorios, encuentros conflictivos con pocas opciones para salir de ellos y otros.

Volver a nuestras raíces es también un paso natural para apartarnos de la rutina. Para dar ese paso, es necesario empezar a caminar en la búsqueda de vivencias internas significativas y alcanzar un contacto enriquecedor en nuestras relaciones humanas para redescubrirnos y dar un nuevo significado a nuestra realidad.